Cuando comencé en la escuela sentía que era un mundo gigante donde no cabía, donde encontrarse con nuevas personas me asustaba, ya que le temía a relacionarme con la gente, pero gracias a que tuve los mejores maestros, aprendí a adaptarme a ese nuevo contexto.
Recuerdo que en una clase de segundo de primaria estábamos aprendiendo a escribir y la profesora nos entregó a cada uno, una cartulina rectangular donde decía mi nombre completo y recuerdo que desde ahí siempre que llegaba a la casa lo transcribía y le decía a los adultos que ya sabía escribir mi nombre, aunque sólo fuera por imitación, realmente no sabía como se leía, las letras no las diferenciaba, pero cuando me remitía a la cartulina lo reconocía inmediatamente. Ahora que recuerdo ese momento, puedo visualizar ni nombre completo con una letra perfecta y confirmar que gracias a eso en mis primeros años tenía la mejor letra de todos los niños del salón.
Otra de las experiencias que recuerdo mucho de la escuela, fue cuando escribí la historia de un señor solitario a quien no le gustaba estar con su familia y siempre se iba para el bosque a contemplar la naturaleza, se regocijaba en la vida natural, en los animales y siempre que recordaba a su familia lo hacía con cariño, a pesar de que le gustaba estar sólo, en el fondo era una persona triste, que al final, cuando vio la unidad y el amor en los animales corrió a abrazar a sus hijos y se dio cuenta que su esposa había muerto. Gracias a esto, gané el concurso de cuento a nivel institucional y me regalaron un libro.
Algo muy particular, es que siempre usé gafas y eran de mucho aumento, esto me permitió estar exenta de educación física, y me daba la posibilidad de ser la secretaria del profesor, tenía el poder para calificar a mis compañeros, quienes se acercaban a mí con mucha delicadeza con el fin tenerlos en cuenta para no rajarlos en la materia. Esto fue desde cuarto de primaria hasta quinto.
Cuando pasé al colegio la experiencia se transformó en nuevas vivencias y lo que aprendí en la escuela me sirvió para introducirme en ese nuevo mundo donde sólo estaba rodeada de nuevas compañeras, mientras que en la escuela venía acostumbrada a jugar con niñas y niños.
También en el colegio, tuve una experiencia de escritura, participé en un concurso de poesía, fue corta y se titulaba “Quisiera”, del cual no tengo registro porque se fue con los recuerdos del colegio y todo lo que ya no necesitaba de esa etapa que ya había vivido.
Desde que tengo uso de razón me ha gustado escribir, más que leer, pero dejé de hacerlo, porque vivo en el afán de cumplir un horario de trabajo y de estudio.